Para comprender el vino, su historia, su importancia... es necesario viajar a Borgoña. En Borgoña no vas a visitar grandes castillos, como en Burdeos, ni modernas bodegas como en Ribera del Duero. No vas a visitar vastos viñedos, vas a contemplar pequeñas fincas de cientos de años, que siguen siendo tratadas con mimo como se hacia hace tres siglos, cuando ya entonces, se encontraban los mejores vinos del mundo.

Tomamos la carretera a Irún desde Cantabría cuatro miembros del Club de Cata Lúculo. Decidimos madrugar, pues el camino cuando se hace de noche parece que no cuenta tanto el trayecto. Tardamos 11 horas de coche. Paramos apenas 1 hora para comer cerca de Clemont-Ferrand. A las seis de la tarde estábamos a las afueras de Beaune, en un pequeño hostal de carretera Terrasses de Corton. Debido a que Francia tiene unos horarios distintos a los españoles, decidimos cenar en el mismo hostal, donde vimos alguna cosa interesante para probar. Tomamos los famosos escargots de la zona y un jambon, que no es otra cosa que jamón de york cortado grueso... Todo esto regado con un buen Vosne Romane.

La cena estuvo bien, sin pretensiones, en un salón lleno, posiblemente, de gente de Beaune y Dijon. Tras una larga sobremesa charlando con el propietario Patrick Sanchez nos recogimos a nuestras habitaciones. El día siguiente iba a ser un día muy largo.


Catedral de Dijon

A la mañana siguiente conocimos los alrededores de nuestro hostal, situado a la falda de la colina de Corton. En dicha colina hay unos viñedos que se distinguen de los que les rodea por ser de uva blanca, chardonay. Dice la leyenda que esas parcelas ya pertenecían al emperador Carlomagno en el siglo XIII. A la mujer del emperador no le gustaba que el vino tintase su ya blanca barba. Por esta circunstancia Carlomagno mando plantar uva blanca para que su vino blanco no lo delatase. Los vinos que se elaboran en blanco en la colina tienen la denominacion de Corton-Charlemagne y se comparán en calidad con los chardonay de Mersault y Montrachet.


casas del centro de Dijon

Decidimos acercarnos hasta Dijón. Capital de esta provincia y ciudad bella que no hay dejar de visitar. Está al norte de la zona vinícola con lo cual nos pareció un buen comienzo para las visitas. Cogimos la carretera N 74 , un pequeña carretera que va recorriendo todos los pueblos que componen la Borgoña de la Cote Nuits y Cote de Beaune. Nuestra primera parada fue en el pueblo de Marsannay. En esta época nuestro desconocimiento de la zona era total.

Teníamos alguna referencia concreta y alguna que otra pincelada general. No teníamos acceso a ninguna bodega por lo que nos dispusimos intentar entrar en todas aquellas bodegas que nos dejasen entrar. Comenzamos en Marsannay en el Chateau Marsannay. Era la típica visita turística en un esplendoroso castillo, donde te permitían catar algunos de sus vinos en la bodega. Los vinos nos mostraron una dureza y una tanicidad desconocida para nosotros en los vinos de Borgoña. Únicamente nos pareció muy interesante uno de los que probamos pero al ver el precio, unos 80 €, entendimos que no era para nosotros.


Barricas de Chateau Marsannay

Esta zona junta Fixin son unas de las de menor fama de Borgoña al no tener ningún premier ni gran cru entre sus viñedos. En el pueblo de Fixin paramos en una bodega de corte familiar donde nos dieron a probar alguno de sus caldos. Se mantenía esa aspereza que habíamos detectado en la anterior bodega, esta de peor calidad. Very very tannic,very very strong, como decíamos a la pobre mujer que nos atendía. Ninguno de nosotros teníamos ni inglés ni francés, por lo que os podéis hacer una idea de lo cómico de la situación.

Otra vez en el coche y dirección a Gevrey-Cambetín. Las dos primeras experiencias en Marsannay y Fixin no fueron nada espernazadoras en el próximo post os seguiré contando.

© Juanpa