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Viña Tondonia 1920

Escrito por  Roberto G. Corona
Viña Tondonia 1920

Hace un par de semanas en Peñafiel durante una cata improvisada, el bodeguero Alfredo Maestro sacó una botella misteriosa Viña Tondonia de 1920. Impresionantemente el vino, estaba entero.

—Me gusta pensar en  la vida del vino, en que es una cosa viva —Dice Maya a Miles recostados en un porche de un jardín en una cálida noche de primavera.
—Me gusta pensar en que pasaba el año en que crecían las uvas, en como brillaba el sol, o si llovía.
—Me gusta pensar en toda la gente que cuidó y recogió las uvas y, si es un vino añejo, de cuántos de ellos ya deben de estar muertos.
— Me gusta ver como un vino sigue evolucionando. Por ejemplo, si abro una botella hoy, sabrá distinto a como sabría si lo hubiese abierto cualquier otro día. Porque un vino embotellado en realidad está vivo, y evoluciona y adquiere complejidad constantemente hasta alcanzar su punto álgido y, entonces, comienza su constante e inevitable declive y además tiene un sabor que te cagas.

Este diálogo de la película Entre copas (Sideways, 2008) me pareció realmente evocador y describía, con un bello discurso, lo que podemos sentir al probar una botella de vino.

Hace un par de semanas en Peñafiel durante una cata improvisada, el bodeguero Alfredo Maestro sacó una botella misteriosa Viña Tondonia de 1920.

Era todo un misterio pues después de tantos años parece imposible que se hubiese mantenido en pie. Aunque se conoce el buen resultado de esta añada, estamos hablando de un vino cuya uva se recogió en 1920, hace exactamente 92 años.

En este momento me acordé de este diálogo de la película. Cómo estaba España en 1920. Cuántas cosas de las que hoy vemos cotidianas no existían todavía. Cómo se realizaba la cosecha. Cómo se cuidaba la viña. Supongo que la totalidad de los que intervinieron en la elaboración de este vino están muertos, pero una parte de ellos estaba encapsulada en esta botella. Todo esto paso por mi cabeza mientras presentaban la botella.

Impresionantemente el vino, estaba entero; como bien dice Maya estaba vivo y evolucionando. Se mostraba con cuerpo, sin tufos extraños. Aromas limpios de cedro, fruta escarchada, pasas, clavo y pimienta. En boca era goloso y sedoso con buena acidez, equilibrado y con un retrogusto interminable y, como decía Maya en su discurso «además tiene un sabor que te cagas».

Gracias Alfredo.

© Juanpa

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