Una de los innegables atractivos que tiene esta famosa región italiana son sus vinos, elaborados mayoritariamente con la uva autóctona Sangiovese destacan por sus sensaciones elegantes, suaves y delicadas.

Para comprobar el origen de estas sensaciones y profundizar en el conocimiento de sus denominaciones más representativas, cogimos la maleta y visitamos alguna bodega de Brunello de Montalcino, Nobile de Montepulciano y Chianti Classico.



Bajo las murallas del pueblo medieval de Montepulciano habíamos quedado con Caterina Dei, propietaria de Cantina Dei, una de las bodegas referente de los vinos Nobile de Montepulciano, junto a Caterina descubrimos los viñedos de Sangiovese, en terrenos pedregosos con arena orientados al sur. Sus vinos elegantes destacaron por las sensaciones especiadas, el cuero y la ebanistería fina. Vinos elegantes de cuerpo medio y final a fruta computada.





Tras un paseo por Montepulciano nos dirigimos a Panzano in Chianti, ahora nos veíamos con Emilia D’orsi en su bodega Fattoría Casaloste, una pequeña bodega entre colinas verdes dedicada a elaborar unos fantásticos vinos acogidos a la denominación calificada Chianti Classico, la calificación más elevada de los vinos de Chianti.





Emilia es una mujer apasionada, sin duda resultado del corazón napolitano que late en su interior, lleva más de 20 años luchando junto a su marido Giovanni en la defensa de la calidad de los vinos de Chianti.

Sus vinos son golosos, con una fruta en primer plano envuelta en tabaco de pipa, cuero, pimienta, humo... la Sangiovese es franca y madura. Nos sorprendió su vino Inversus un excelente Merlot, que nos trasladó a los vinos finos de Pomerol o Sant-Emilion.

Para terminar de conocer la región nada mejor que un paseo por el viñedo de Montalcino, un precioso pueblecito en el alto de la colina, desde donde se domina el valle y los tonos de verde son infinitos.

Uno de los viñedos más antiguos de la denominación Brunello de Montalcino los posee Jacopo Biondi-Santi, quien nos invitó a conocer su bodega.



Una preciosa villa toscana que tiene adosada una pequeña bodega de vinificación y crianza. Sorprenden los depósitos de cemento, los fudres de madera croata o las largas crianzas reductivas. Un estilo de vinos que no están de moda, donde el tiempo y la paciencia son aliados fundamentales y sin los que sus vinos no alcanzan la dimensión que merecen.

Un estupendo paseo por una de las zonas de vinos más interesantes de Italia, la Toscana.

© Roberto G. Corona