La traducción de su nombre (Aceite de Motor Viejo) nos adelanta pistas sobre su viscosidad, opacidad e intenso color negro. Las burbujas están muy bien integradas bajo una abundante espuma marrón, muy cremosa y persistente.
Al olerla, fruto del cereal, es esencialmente dulce, pero tras semejante surtido de malta tostada, avena y cebada comienza a desplegarse una extensísima paleta aromática muy bien definida, en la que conviven armoniosamente intensos y variados aromas a chocolate negro, café con leche, toffe, caramelo, tabaco, ahumados, especias y hasta regaliz.
Sin embargo, en la boca el arranque es amargo, algo seco y en vez del dulce destacan las notas ahumadas. Tiene muy buen cuerpo y el lúpulo que originaba ese punto de amargor, la dota ahora de una textura oleosa. Es equilibrada, el chocolate, el cacao y el café reaparecen en el momento justo contrarrestando el amargor inicial y convirtiéndolo en un recuerdo duradero y agradable.
Si tienes ocasión, pruébala y déjate que te traslade a los rincones más bucólicos de Escocia.
© Fernando Terán
Catador de cervezas
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