La combinación de su origen británico, su condición de IPA y la cantidad de lúpulo empleado en su elaboración hacen que su generosa y abundante espuma blanca deje un rastro perpetuo en el vaso. El carbónico está bien integrado y aunque su color entre anaranjado y cobrizo sea algo apagado y velado es bastante atractivo y peculiar.
En la nariz la estrella son los aromas herbáceos derivados del lúpulo pero también hay notas dulces que provienen de la malta y notorios e intensos rastros a fruta, sobre todo naranja y uva, quizá originados en la fermentación. No se aprecian indicios del alcohol pues está perfectamente controlado.
El lúpulo también está presente en la boca, haciendo que su cuerpo sea untuoso y provocando que el arranque sea amargo. Aunque dicho amargor herbáceo es lo que más destaca, es equilibradísima, ya que logra combinarlo con el dulce y la acidez de los cítricos y las frutas. Como colofón su recuerdo es duradero y amargo en la justa medida para no llegar a molestar.
© Fernando Terán
Catador de Cervezas